Bibliotecas de la nobleza de Cantabria. Historia

Bibliotecas aristocráticas en Cantabria: El estudio de las bibliotecas de la nobleza de la Cantabria moderna es una de las formas principales de conocer el capital cultural y la transmisión de las ideas en el seno del estamento mencionado. Una revisión actual de la cuestión ha sido realizada por R. M. Blasco y V. Cuñat, quienes no han atendido solamente las colecciones supervivientes de forma completa o parcial, sino también a las noticias de antiguas bibliotecas hoy físicamente perdidas.
Los hidalgos cántabros, titulados o no titulados pero integrados en un linaje determinado y radicados en el solar (lugar de construcción de la casona familiar o torre), dispusieron durante la Época Moderna de diversos fondos librarios de tamaño e interés variado, cuya consideración respondía a la más general del libro, comprendido éste como un instrumento para la educación personal y la instrucción moral, herramienta profesional, medio de transmisión de conocimientos, objeto lúdico y, sobre todo, patrimonio valioso transmisible en herencia (que recae en el heredero o pariente mayor, si es un clérigo el fundador de la biblioteca, lo más frecuente es que la ceda al pariente mayor del linaje o a una institución religiosa). La pobreza de las fuentes revela que en la sociedad cántabra de Época Moderna, mayoritariamente rural, la transmisión cultural presenta un fuerte componente de moralidad; la escasa cultura escrita presente en forma libraría (sólo en dos de cada diez testamentos se encuentran referencias a libros o librerías) vendría sobre todo de volúmenes adquiridos fuera de la región, al hilo de los desplazamientos a ciudades con producción libraria por motivos de aprendizaje universitario o desempeño de funciones en la Administración del Estado, ejército, etc., dado que la imprenta no se instala en Santander hasta 1792 (el Catastro del Marqués de la Ensenada no recoge ni un solo mercader de libros para el territorio de Cantabria). Respecto al lugar físico de ubicación, las bibliotecas pequeñas o medianas no dispondrían de un lugar físico destinado a recogerlas, custodiándose en diversos muebles o arcones sitos en corredores, alcobas y rellanos; para las escasas bibliotecas de mayor entidad, se dispone de un espacio concreto con el amueblamiento adecuado (estantes). La ordenación de los volúmenes también está en función de la entidad de la colección libraria: las pequeñas y medianas se organizarían mayoritariamente según su formato (desde el más voluminoso folio mayor, pasando por el 4º, 8º, 12º, 16º, hasta el mínimo 24º); la ordenación temática quedaría reservada a las grandes colecciones, que incluso podrían disponer de un catálogo redactado en orden alfabético (biblioteca de Fernando José de Velasco y Cevallos).
En referencia a las bibliotecas rastreadas, se podría hablar de la colección de Antonio Sevil de Santelices, consejero de Castilla con Carlos II e hidalgo cántabro; la de José de Hara, muy abundante en catecismos, devocionarios, vidas de santos y otras muestras de literatura piadosa (inventario del 5 de junio de 1769); la del abogado Medel de Callirgos en Santander (testamento de 1656), compuesta por 61 títulos en 133 volúmenes, mayoritariamente de temática , con disposiciones para su preservación y continuidad; la de Felipe Fernández de Isla y Valenilla, bisabuelo de Juan Fernández de Isla y Alvear (mediados del s. XVII), de 91 títulos en 123 volúmenes, que habían pertenecido a su hermano Bernardo, arcediano de Treviño; por último, en un primer plano de importancia, la biblioteca formada por Fernando José de Velasco y Cevallos, camarista de Castilla, que citada por algunos autores como la mejor de su tiempo. Esta colección se perdió físicamente, pero su catálogo (1766) han permitido el estudio de la misma. En él se asientan alfabéticamente ordenadas en torno a 10.000 obras, la mayor parte impresas; contiene estrictos asientos bibliográficos de cada una de ellas con valoraciones manuscritas del bibliófilo Fernando José. Podrían citarse, como originales manuscritos importantes y obras referentes a Cantabria, sitos en esta biblioteca, obras inéditas de Francisco de Quevedo y de Lope García de Salazar; también el Libro de las grandezas y bandos oñetinos y gamboinos, giles y negretes de la Cantabria, nobiliario de las familias ilustres de Guipúzcoa, Álava, Vizcaya, Castilla la Vieja y de toda la Montaña y parte de Asturias; el Libro de cetrería de Pedro López de Ayala; el texto manuscrito de Historia de Cantabria y ciudad de Santander, entonces villa, de Álvaro Guerra de la Vega, sin año en folio.
(Texto recogido de Fuente: Gran Enciclopedia de Cantabria)

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